REVISTA MUFACE. Nº 253. INVIERNO 2022-2023
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Área Salud

Invisibles. el último síntoma de los enfermos de COVID persistente

Según estimaciones recientes, uno de cada diez contagiados por COVID tiene después COVID persistente. A los síntomas más incapacitantes y perceptibles en una persona con esta patología, se unen otras situaciones de larga duración, como la incertidumbre y la ansiedad. Se trata de anomalías epistémicas y coincidentes en la mayoría de afectados, que han de recurrir al apoyo de una plataforma o asociación de esta enfermedad ante la falta de un diagnóstico definitivo y de una mayor coordinación sanitaria.

Miguel Núñez Bello
Invisibles. el último síntoma de los enfermos de COVID persistente

La mayoría de la gente que viene por COVID persistente nos pide dejar de tener miedo porque no saben si tienen un Guillan-Barré, síndrome de colon irritable, una demencia precoz o van perder masa cerebral…

Elizabeth Semper, presidenta de la Asociación Covid Persistente España (ACPE)

El término más frecuente y avalado por los expertos es el que hace referencia a los síntomas que se producen en personas con antecedentes de infección probable o confirmada de la COVID 19, generalmente tres meses después del inicio, que duran al menos dos meses. No obstante, se han descrito múltiples síntomas que persisten en el tiempo: fatiga crónica, dolores torácicos, trastornos del sueño; también pueden producirse otros de carácter digestivo como diarrea o dermatológicos por la caída de pelo o la debilidad en las uñas. Como adelanta Lucas González Santa Cruz, doctor en Medicina y médico epidemiólogo, a la gran diversidad de síntomas, “de los que han llegado a contarse más de 200 en una decena de órganos, mi sospecha es que todavía estamos aprendiendo a medirla y caracterizarla, y un primer paso indispensable es prestar atención a lo que dicen los pacientes y sus familias”.

La Asociación Covid Persistente España (ACPE) aglutina a más de 2000 afectados. Las estimaciones que presentaron en 2020 ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) eran de que el 30-40% del total de la población estaría afectada en algún momento de Covid Persistente. Un año después varios estudios corroboraron esos datos. En la actualidad la ACPE cuenta con varios convenios de colaboración con instituciones públicas para el estudio y asistencia de los pacientes - URJCI, UCM, UNIR, UGR, SemFyC, Colegio de Fisioterapeutas de Madrid, OMS, Pandemic Aid-Networks, equipos Long Covid Internacionales- de los que pueden beneficiarse de diagnósticos e incluso tratamientos. “En una primera fase nos centramos en la asistencia psicosocial e informativa, pues es vital dar a conocer la enfermedad. La mayoría de la gente que viene a COVID persistente nos pide dejar de tener miedo”, cuenta Elizabeth Semper, presidenta de esta Asociación, ante la multitud de diagnósticos diferentes que escucha, “porque no saben si tienen un síndrome de Guillain-Barré, síndrome de colon irritable, una demencia precoz o van a perder masa cerebral, porque las pruebas no han sido concluyentes”.

Detección correcta

El último informe elaborado por esta Asociación asegura que entre un 48 y un 58% de las personas que padecen COVID persistente “negativizamos las pruebas de detección a menos que tengamos mucha carga viral”. Porcentualmente, predominan las mujeres a lo largo de toda la edad laboral (quizás por una mayor exposición en el cuidado de otras personas en enfermería, medicina y cuidados sociosanitarios)

Desde el colectivo de afectados Long Covid Acts, que representa a más de 4.000 afectados en España, perciben que no hay un claro reconocimiento de la enfermedad. “Quizá porque algunos médicos y profesionales se inclinan por que es algo pasajero. Sentimos que estamos alcanzando la cronicidad y que esta enfermedad es de larga duración” admite con resignación Estefanía Callejas, coordinadora de este colectivo en Castilla-La Mancha.

Invisibles. el último síntoma de los enfermos de COVID persistente

Entre un 48 y 58% de las personas que padecen COVID persistente negativiza las pruebas de detección a menos que tengan mucha carga viral.

Desde que esta plataforma surgió hace dos años en redes sociales, han sido muchos los estudios e investigaciones en los que han participado. El más reciente junto con la Sociedad Española de Médicos generales y de Familia (SEMG) para presentar la Red Española de Investigación en Covid Persistente (REiCOP) de la cual forman parte 57 entidades científicas y profesionales. “Necesitamos aumentar las evidencias respecto a esta afectación y solventar las carencias asistenciales de los afectados”. La coordinadora de Long Covid Acts no esconde que la principal traba que existe “es el negacionismo con profesionales médicos e intentar acoplarnos como una fatiga crónica o enfermedades con un origen distinto”.

La sintomatología y evolución de la mayoría de los pacientes ha ido cambiando, aunque los problemas de disfunción respiratoria (disnea, ronquera, falta de aliento, pérdida de energía repentina) siguen siendo los más predominantes. “Estamos detectando muchísimo infradiagnóstico o misdiagnosis (diagnóstico erróneo) de la enfermedad, que no son COVID persistente, pero con una evolución igual. El problema es que se diagnostica el cuadro clínico más grave del paciente y el resto se ignora como si no existiera”, relata Semper en primera persona al recordar cómo en febrero de 2000 empezó con un cuadro “gripal”, una saturación de 90% Sp02 y una tos que le hacía perder el conocimiento de manera regular. En julio de ese mismo año surgió la ACPE. “Evidentemente, nos sentimos solos. Aunque tengamos la suerte de dar con un médico implicado que tenga conocimiento e interés por estudiar nuestra enfermedad, aún así, hay tantas trabas logísticas que antes o después te vas a sentir muy solo. Y la mayoría de los pacientes se sienten invisibles”.

Unificar protocolos

Hay más consecuencias. Es muy fácil ver síntoma por síntoma y pensar que algunos no tienen importancia, pero cuando son más de veinte… “fisiológicamente un cuerpo no puede soportarlo. Desgraciadamente tenemos casos de gente que se ha suicidado por COVID persistente”, lamenta Semper pese a estar convencida de tener la oportunidad de encontrar la llave para muchas otras enfermedades “si partimos de este patógeno y exprimimos al máximo los ‘beneficios’ que pueden extraerse de esta tragedia mundial”.

Muchos de los pacientes con COVID persistente son derivados hacia diagnósticos rápidos como SFC (síndrome de fatiga crónica). Las asociaciones y plataformas derivadas de esta enfermedad insisten en la necesidad de protocolos unificados de detección, asistencia y estudio de la dolencia para una derivación correcta.

Invisibles. el último síntoma de los enfermos de COVID persistente

Ni siquiera sabemos qué pasará con las infecciones repetidas, y cada variante puede tener un comportamiento distinto, no necesariamente más benigno.

Si bien es cierto que la fase infecciosa está decayendo hacia una tendencia con pacientes que siguen teniendo dolores pero que no les incapacita para trabajar, no es menos cierto que se observan más cuadros clínicos de gravedad que antes. Pensando en este otoño preocupa el perfil de paciente “que empeora gravemente porque no se ha recuperado en demasiado tiempo y desarrolla comorbilidades a raíz no solo de la infección sino del propio COVID persistente”, alertan. Las sociedades médicas y epidemiológicas que colaboran con las asociaciones y colectivos de esta enfermedad insisten en las interrogantes que quedan por despejar tres años después del inicio de la pandemia: no sabemos cuántas personas, y de qué edades, quedarán con afectación más o menos intensa y de duración indefinida. “Ni siquiera sabemos qué pasará con las infecciones repetidas, y cada variante puede tener un comportamiento distinto, no necesariamente más benigno. Así que hay que estar preparados para que el impacto pueda ser muy elevado”, transmite González Santa Cruz al recordar por ejemplo, que “la mayoría de los casos de polio eran leves, pero con secuelas de por vida, lo que la convierte en una enfermedad prioritaria”

Incertidumbres

Hasta el 3 de diciembre de 2021 la Organización Mundial de la Salud notificó más de 263 millones de casos confirmados de la COVID-19. Sin embargo la historia natural, el curso clínico y sus consecuencias a largo plazo no se conocen por completo. Aunque sí sabemos que “hay muchos pacientes, inicialmente con síntomas escasos, que pasan a estados discapacitantes más de un año y medio después del inicio” aporta González Santa Cruz, médico epidemiólogo, con la sospecha de que pasará tiempo hasta que se estabilicen las formas protocolizadas de valorar el tipo, la evolución y las medidas de apoyo.

Un ejemplo lo tenemos en las vacunas administradas a posteriori, ya con la COVID persistente iniciada, que se asocian a mejoras en algunos pacientes y al empeoramiento en otros. “No creo que sepamos aún a qué se debe esto, y podría arrojar luz sobre el problema. Otro tanto puede decirse de factores personales, dieta, medicamentos, otras infecciones, etc.”.

Si las actuales vacunas no evitan la transmisión del virus, y solo reducen la gravedad de la infección, queda la incertidumbre de saber si conseguiremos cambiar el paradigma y evitar la transmisión del virus. “No podemos contar con que las vacunas mejoren, y aunque lo hicieran sería tarde para muchos. Es una situación muy desafortunada porque sabemos exactamente qué hacer para mejorar mucho la mitigación, haciéndola simultáneamente más eficaz y menos disruptiva para el funcionamiento de la sociedad.

Tal como plantean expertos nacionales e internacionales, es necesaria “una combinación de vacunas y de medidas no farmacológicas mejoradas” para mejorar la salud pública como actividad no de gasto sino de inversión.

LA ODISEA DE ENCONTRAR UN DIAGNÓSTICO DEFINITIVO

Un síntoma que asusta. La niebla mental es una de las consecuencias más repetidas en un enfermo de Covid persistente: pérdida de memoria, confusión, dificultad para concentrase o lentitud anormal en responder a estímulos diversos. Con esta pesadilla vive desde hace más de año y medio José Manuel López, ex profesor de la Universidad de Vigo y ahora en la Escuela Oficial de Idiomas de Ourense. Durante todo este tiempo -hasta febrero de este año- ha acudido a médicos neurólogos, psiquiatras, en búsqueda de un diagnóstico definitivo. La consulta con una internista, investigadora de referencia en Longcovid corroboró sus sospechas. “Todo coincidía con la llamada niebla mental o ‘brain fog’ de la que, al ser tan novedosa, no había suficiente información científica. El apoyo de esta internista, a lo largo de todo este tiempo, fue continuo hasta el punto de remitirme a una compañera de la sanidad pública que informalmente lo intuyó”. Habla del diagnóstico definitivo que recibió tras las consultas con dos referentes en Longcovid: la doctora María Bustillo Casado, responsable del Servicio de Medicina interna del Hospital Universitario de Ourense y su médico de referencia, el doctor Manuel F. Muinelo, perteneciente a MUFACE. José Manuel agradece la ayuda también de esta mutualidad, a la que pertenece desde 1997, por ser “el telón de fondo que dio respuesta a mis primeras necesidades asistenciales con un trato correcto y amistoso en todo momento”.

Pese a tener más incertidumbres que certezas se siente menos invisible, en parte por las terapias e investigaciones que realiza el colectivo #longcovidgalicia “con personas víctimas de cuadros sintomáticos tan variados” como la ansiedad evitativa, tan presente en su vida diaria.

Entre bajas, reincorporaciones laborales y un juicio pendiente, José Manuel López, demanda “mayor coordinación entre especialidades ante la inquietud que ha supuesto conocer facultativos reticentes a creer lo que un paciente les cuenta o reconocer que un cuadro eventual coincida con una patología ya bien reconocida por la Organización Mundial de la Salud”. Por eso “una buena mutua y los buenos facultativos, se transforman en indispensables compañeros de vida, un pilar seguro en la distancia”, concluye.

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