El aumento de situaciones de dependencia y discapacidad en la población de más de 90 años, serán más
evidentes en España por el envejecimiento de la población (Consejo Económico y
Social (CES)
En la certeza de vivir cada vez más años hay una longevidad exitosa y un envejecimiento con pérdidas. Ya
no
hay una sola vejez, aunque los desafíos serán los mismos. Las personas mayores afrontarán esta década
–declarada del envejecimiento saludable 2021-2030– con la acuciante necesidad de dar respuesta al reto
impuesto de la soledad, el edadismo y los cuidados de larga duración, entre otros.
“El envejecimiento es un desafío de la misma magnitud que el cambio climático”. El aviso es de uno de los
gerontólogos más influyentes. En España, en el año 2050, las personas mayores de 65 años representarán más
del 30% del total de la población. La esperanza de vida se sitúa por encima de los 80 años. En este
contexto, a nivel nacional un 53,3% de la población aseguraba el año pasado tener un estado de salud
autopercibido como bueno. ¿Pero estamos preparados para vivir más y mejor?
El aumento en el gasto de las pensiones, la provisión de servicios sociosanitarios especializados y la
gestión del talento sénior son los principales retos económicos derivados del envejecimiento poblacional.
Pero también hay otros más acuciantes a los que se enfrenta la sociedad: la nueva vejez. El éxito de la
longevidad es evidente y cuantificable hasta en los estilos y proyectos de vida. Geriatras, psicólogos,
sociólogos, entre otros especialistas, coinciden en la acuciante necesidad de dar respuesta también a los
desafíos que suponen la soledad, el edadismo y los cuidados de larga duración.
La pandemia por la COVID-19 ha podido cambiar la manera de entender la vejez. O tal vez no. Para José
Manuel Ribera Casado, catedrático emérito de Geriatría y Académico de número de la Real Academia Nacional
de
Medicina (RANME), la pandemia “ha puesto de manifiesto el altísimo nivel de “edadismo” social existente.
Han
aflorado prejuicios, estereotipos y sobre todo discriminación por edad. Los niveles de ensañamiento de la
sociedad con sus representantes de más edad han rebasado en mucho los límites de lo previsible.”
La COVID-19 ha magnificado la evidencia de un sistema de cuidados frágil y que las respuestas
ofrecidas distan mucho de haber estado a la altura de las circunstancias
(José Manuel Ribera Casado, catedrático emérito de Geriatría y Académico de número
de la Real Academia Nacional de Medicina de españa, Ranme)
El último informe del Sistema de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en
Situación
de Dependencia elaborado por el Consejo Económico y Social (CES) alertaba de que España es uno de los
países
que más se verá afectado por el envejecimiento de su población en los próximos años. El incremento de su
generación de babyboomers y el aumento de situaciones de dependencia y discapacidad en la
población
de más de 90 años, serán más evidentes. “El objetivo final sobre el que hay que trabajar y que debe servir
de referencia, estriba en que la persona siga integrada y activa a cualquier edad dentro del colectivo al
que pertenece, de manera que participación y calidad de vida no se vean dificultados por el hecho de ir
cumpliendo años”. La reflexión de Ribera Casado hace referencia al futuro de los cuidados de larga
duración
y a garantizar unos servicios de calidad, “que habrá que interpretarlos no tanto como un favor más o menos
benevolente, sino más bien como un derecho equivalente a los del ciudadano de menor edad. La COVID-19 ha
magnificado la evidencia de un sistema de cuidados frágil y que las respuestas ofrecidas distan mucho de
haber estado a la altura de las circunstancias”.
Soledad
Este último año ha sido especialmente difícil para las personas mayores. En una sociedad cada vez más
fragmentada entre generaciones, los índices de vulnerabilidad individual y social se han disparado. El
último informe del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada alerta sobre la invisibilidad y el mal
trato como factores que provocan la soledad de las personas y no al revés. A esta afirmación se añaden
datos
sobre lo que muchos expertos denominan “la otra pandemia del siglo XXI”. Como que el 92,9% de las personas
aseguran que “estamos ante un problema social importante”, o el de que 7 de cada 10 personas conocen o
creen
conocer a personas que pueden sufrir soledad no deseada.
Sabemos que nadie envejece igual y que existen factores condicionantes que nos llevan a la soledad en
esta
etapa de nuestras vidas. Para Matilde Fernández, presidenta de este Observatorio, factores muy importantes
son “las pérdidas de todo tipo que se experimentan a todas las edades, condiciones sociales y territorios
y
la no sustitución por otras redes posibles que socialicen”.
Si es cierto que el 70% de los mayores de 65 años que viven acompañados de hijos o nietos se sienten
solos,
cabe preguntarse por dónde empezar. Fernández lo tiene claro: “Desde las asociaciones de extrabajadores de
las empresas, al menos las más grandes, comprometiéndose con su entorno, a la mejora de los Programas de
Vacaciones y Termalismo, hasta un programa de Cultura, de Teatro, de Música, de Danza… que espero hagamos
nacer para socializarnos y comunicarnos. Con la Educación a lo largo de la vida y con la Cultura estamos
ante los mejores medicamentos de los que pueda disponer la ciudadanía”.
La soledad no está bien vista, “pero varias veces en la vida nos vamos a sentir solos, así que debemos
aprender a vivir esos momentos y a ser capaces de pedir ayuda y compañía cuando tengamos esa necesidad”.
Sacramento Pinazo, presidenta de la Sociedad Valenciana de Geriatria y Gerontología y doctora en
Psicología
no hace distinciones porque “la soledad no tiene edad y no es un problema individual. No es lo mismo
soledad
que vivir solo…”
Edadismo
Uno de los retos que plantea la vejez durante los próximos diez años es conseguir erradicar el edadismo
referido a cómo se piensa (estereotipos) siente (prejuicios) y actúa (discriminación) hacia otras personas
o
nosotros mismos por razones de edad. Esa diferencia de trato injustificado determinada por la edad
(habitualmente a partir de los 65 años) sirvió para reflejar en la última campaña mundial contra el
Edadismo
que 1 de cada 2 personas en todo el mundo son edadistas contra los mayores.
El edadismo está presente en muchos sectores de la sociedad, en el lugar de trabajo, instituciones,
medios
de comunicación o el ordenamiento jurídico. Pero, ¿cuántas formas de edadismo existen? Sacramento Pinazo
reconoce que “hay un edadismo manifiesto y uno sutil” para explicar que “hay una diversidad de obstáculos
a
los que se enfrentan las personas mayores, desde el acceso a la formación para el empleo a despidos
colectivos pasando por la jubilación forzosa”.
Con la Educación a lo largo de la vida y con la Cultura estamos ante los mejores medicamentos de los
que pueda disponer la ciudadanía
(Matilde Fernández, presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada)
La influencia que tiene el edadismo en la salud afecta sobre todo al aspecto psicológico, conductual y
fisiológico. Por eso más de 6,3 millones de casos de depresión en todo el mundo son derivados de actitudes
edadistas.
Otro de los retos que se pretende conseguir durante esta década del envejecimiento saludable (2021 -2030)
es reconocer y hacer visible la aportación de las personas mayores a esta sociedad.
Del hospital al cine
A pesar de que la legislación española (desde la Carta Magna hasta las normas que rigen los contextos
sanitarios y sociales) prohíbe claramente cualquier forma de discriminación por edad, los profesionales
españoles más directamente implicados en el cuidado de las personas mayores perciben esta discriminación,
tanto directa como indirecta. En el ámbito sanitario, por ejemplo, “se discrimina en intervenciones
quirúrgicas, en el acceso a tratamientos de alto coste, se emplean términos inadecuados (“Abuelos” como
génerico de persona mayor), se sube la voz para habar con ellos, como si todos estuviesen sordos, los
trámites administrativos y bancarios se hacen on line sí o sí…”
En una investigación de la Universidad de Valencia, en la que participó Pinazo, sobre la representación y
protagonismo de las personas mayores en el cine, se observó que “eran muy pocas las películas en las que
aparecía una mujer mayor como actriz principal (solo 63 películas entre 1960-2015) y la mayoría de las
veces
aparecía en un rol negativo: locas, suegras insoportables, demenciadas…y solo en pocas ocasiones en un rol
activo y positivo”.
Cambiar el discurso existente sobre la edad es acuciante. Tan urgente que Pinazo no duda en el que “el
único modo de cambiar los estereotipos es mostrando la vejez como parte del ciclo de vida y uniendo a las
generaciones para que cada una conozca el potencial de la otra”. Coinciden los expertos en apostar por
proyectos de intervención intergeneracional bien planteados y a largo plazo. “A menudo hay estereotipos
asociados a la edad (por ser mayor para…) pero también los hay asociados a la edad (por se demasiado joven
para…)” reflexiona apoyándose en una reivindicación: ¡La juventud está sobrevalorada! Cuando observamos
las
curvas de felicidad a lo largo de la vida, es la infancia y la vejez donde la curva alcanza sus máximos
niveles.