

Un total de 118 funcionarios y funcionarias desempeñan actualmente su labor como ingenieros de montes del Estado, cuerpo del subgrupo A1. Uno de ellos es Manuel Durbán, Director Conservador del Parque Nacional del Teide, que nos habla de su vida profesional y la de sus compañeros, así como de los retos a los que se enfrenta actualmente este emblemático paraje.
En 1986 ingresé en el Cuerpo de Ingenieros de Montes del Ministerio de Administración Públicas, siendo destinado en 1987 al ICONA, Centro de Coordinación de Parques Nacionales de La Laguna, primero con destino provisional y posteriormente como Jefe de Conservación. Desde 1989 hasta 1994 fui Director Conservador del Parque Nacional de la Caldera de Taburete en la isla de la Palma y desde ese año hasta la actualidad desempeño el puesto de Director Conservador del Parque Nacional del Teide, en la isla de Tenerife. Soy especialista en gestión y planificación de Espacios Naturales Protegidos, he participado en numerosas misiones de Cooperación Internacional, especialmente en Iberoamérica, sobre gestión y planificación de Parques.
La amplitud de los estudios y materias que se imparten en las escuelas técnicas de Ingenieros de Montes nos habilitan para realizar cualquier tipo de actuación, estudios u obras en el medio forestal y natural y en industrias forestales. Una gran parte de los funcionarios del Cuerpo de Ingenieros de Montes del Estado están dedicados a la planificación y gestión forestal de los recursos naturales y de los espacios naturales protegidos, defensa contra incendios forestales, plagas y enfermedades, correcciones hidrológico-forestales, defensa, conservación y mejora de suelos y a la lucha contra la desertificación o a los estudios y evaluaciones de impacto ambiental.
¿Qué distingue al Teide de otros parques?
El Parque Nacional del Teide, con casi 19.000 ha. de superficie, es el máximo exponente de los ecosistemas volcánicos y de la vegetación asociada de la alta montaña macaronésica. Ostenta el Diploma Europeo emitido por el Consejo de Europa, otorgado por primera vez en 1989, está reconocido como Patrimonio Mundial por la Unesco, desde 2007 y cuenta con las certificaciones de la ISO 14000-1, de 2005, de la EMAS, de 2006, y de Starlight, de 2013, entre otros reconocimientos y certificaciones. Dispone de un presupuesto total que ronda los 8 millones de euros anuales y es uno de los parques nacionales más visitados del mundo, con casi 4,5 millones de visitas anuales.
¿En qué consiste principalmente su labor?
Mi labor como Director Conservador, de acuerdo con las funciones que tiene asignadas el puesto, consiste en la dirección y administración del Parque Nacional, de sus centros, infraestructuras y medios personales; la redacción, ejecución y autorizaciones del Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Nacional, y de los planes sectoriales y normas para su desarrollo; la formulación de la propuesta del Plan Anual de Actividades e Inversiones, así como la de gastos, la ejecución del gasto y control presupuestario, la elaboración de informes, estudios técnicos, memorias, y propuestas, la dirección técnica de proyectos, obras y servicios y la coordinación de las labores de prevención y extinción de incendios forestales. Una de mis tareas fundamentales es la de mantener unas cordiales y permanentes relaciones con el entorno del Parque: corporaciones municipales, sociedades y asociaciones conservacionistas, turísticas, deportivas, culturales, etc., que garanticen una adecuada imbricación del Parque Nacional en la sociedad que le rodea.
¿Cómo es la plantilla del PN del Teide?
La plantilla consta en la actualidad de un total de 23 personas, de las que 9 son funcionaros y 14 laborales. En los últimos años siete funcionarios y laborales han causado baja, la mayoría por jubilación, lo que agrava aún más la escasez de personal para desarrollar las funciones encomendadas al Parque Nacional. A ello se une que la edad media del personal supera los 50 años y que parte de nuestro funcionariado se encuentra cercano a la jubilación. Es imperativo que la administración asuma su responsabilidad e incremente sustancialmente la plantilla en todas sus escalas, especialmente titulados superiores y agentes de medio ambiente.
¿A qué retos socioeconómicos y medioambientales se enfrenta actualmente el Parque y su entorno?
Las principales amenazas que sufre el Parque Nacional del Teide son cuatro: en primer lugar, el elevado número de visitantes, con tendencia al alza y su concentración en el tiempo y en zonas determinadas. Esta situación puede llegar a generar una merma importante en la calidad de la visita e incluso llegar a generar problemas de conservación. En segundo lugar, la presencia de herbívoros introducidos, como el conejo y el muflón, que generan graves daños a la singular flora del Parque y en especial a las especies amenazadas, algunas de las cuales sólo se pueden encontrar en este Espacio Natural Protegido. Un tercer riesgo lo suponen, evidentemente, los incendios forestales. Y por último, aunque no menos importante, el cambio climático. El Parque Nacional del Teide, alejado por su altitud de la influencia moderada del mar y de los vientos alisios, posee un clima netamente continental. Como consecuencia de ello, el incremento de la temperatura en el Parque duplica al de zonas de costas y medianías de la isla de Tenerife, lo que genera un paulatino desplazamiento en altitud de las especies y ecosistemas. Para mitigar o eliminar estas amenazas se han redactado proyectos y estrategias y se están ejecutando las correspondientes actuaciones.
Como experto en planificación de espacios naturales protegidos, ¿qué cree que habría que hacer en La Palma tal cómo ha quedado la zona afectada por el volcán?
La reciente erupción del volcán en la isla de La Palma ha generado importantes daños sociales y económicos. Desde mi punto de vista, sería necesario realizar un inventario exhaustivo y una posterior ordenación del área afectada por las coladas y piroclastos. Deberían delimitarse aquellas áreas de mayor interés geológico y volcánico, que podrían declarase Espacio Natural Protegido, para su conservación y para el desarrollo de actividades turísticas compatibles, determinar qué zonas pueden ser aptas para la reimplantación de cultivos existentes, y qué zonas pueden declararse como urbanizables para recuperar los pueblos y viviendas afectadas por la erupción.