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CARLOS BARRIO · FOTOS DEL VOLCÁN CEDIDAS POR MIGUEL PASCUAL Y POLICÍA NACIONAL
La palmera Teresa Olimpia nació en 1949, el año en que entró en erupción el volcán de San Juan; se casó en 1971, cuando estalló el Teneguía, y este año, cuando cumple sus bodas de oro, ha visto cómo su vivienda habitual quedaba totalmente sepultada bajo la lava del volcán de Cumbre Vieja. Jubilada hace 12 años, esta catedrática de instituto que durante años enseñó matemáticas a los chavales de la isla, anda estos días echando las cuentas más dolorosas de su vida: “Mentalmente estoy tranquila, porque contra la naturaleza nada se puede hacer, pero es muy triste ver que ya no existe la casa que construyó mi marido con sus propias manos, donde hemos vivido durante cuarenta años, donde criamos a nuestros tres hijos y donde teníamos todos los recuerdos”. Agobiada por los constantes temblores de tierra, a los que no se habitúa, Teresa asume que “si todavía es pronto para asimilar el presente lo es más aún para plantearnos qué hacer en el futuro”. Aunque, como tantos palmeros, sabe que el volcán no enterrará sus ganas de vivir: “resurgiremos de las cenizas con más fuerzas”.
“PENSÁBAMOS QUE ÍBAMOS A MORIR”
A solo 300 metros del cráter principal del volcán se encontraba la casa dnde vivía con su madre Fernando Hernández, maestro jubilado. Fue de las primeras que arrasó la lava. “Solo tuvimos dos minutos para salir de la casa, poco después de que empezara la erupción. Nada pudimos sacar, ni un recuerdo. Tan solo pude salvar al perro y al loro, pero tenía más animalitos que se quedaron allí”. El dolor que siente Fernando apenas se compensa por el alivio de haber salvado la vida: “Fue un día para no recordar. Cuando salimos mi madre y yo, lo hicimos pensando que íbamos a morir; por instinto, nos fuimos corriendo bajo una lluvia de piroclastosde tamaño considerable. Salvamos la vida gracias a que el coche nos protegió”, cuenta con el susto aún en el cuerpo.
VOLCADOS EN LA SEGURIDAD
Al mismo tiempo que Fernando dijo adiós a su casa para siempre, ya se estaban desplegando por la zona todos los servicios de emergencia previstos por el Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (PEVOLCA). Entre ellos, los funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía (CNP), que colaboraron desde el primer momento en la evacuación y desalojo de todos los barrios que les fueron asignados. También se encargaron del corte y del acceso de una de las carreteras más importantes de la isla –la LP-2–, a la salida del pueblo de Fuencaliente en dirección a Las Manchas. Con el correr de los días, y ante la evolución de las coladas, los miembros del CNP han tenido que desplegarse en otros puntos de acceso a las zonas afectadas y ayudar a recoger sus enseres a la población evacuada, a la que han auxiliado incluso regando sus cultivos. Además, han realizado tareas de supervisión de embarque y desembarque en el puerto de Santa Cruz de La Palma, ante el cúmulo de viajeros allí derivados cada vez que se ha cerrado el aeropuerto debido a las cenizas arrojadas por el volcán, y han coordinado los dispositivos de seguridad de todas las personalidades que han acudido, y aún siguen acudiendo, a la isla.
POLICÍAS Y FAMILIARES AFECTADOS
También ellos han sufrido daños patrimoniales. El día de la erupción del volcán, las viviendas que tenían en régimen de alquiler dos policías adscritos a la Oficina de Denuncias y Atención al Ciudadano fueron engullidas por la lava. Perdieron la mayoría de sus enseres. Del mismo modo, dos hermanas del jefe accidental de la comisaría local perdieron sus viviendas y las fincas de cultivo. No solo estas, sino también las viviendas de los familiares de sus cónyuges, padres y hermanos. Todos residían en Todoque, el barrio de Los Llanos de Aridane que ha sido arrasado prácticamente en su totalidad por las coladas de lava.
CARGA DE TRABAJO
La plantilla se ha reforzado con policías procedentes de distintas comisarías de la provincia de Santa Cruz de Tenerife y con grupos de Unidades de Intervención Policial (UIP) así como con miembros de unidades TEDAX, que realizan a diario mediciones de gases en los distintos puntos de acceso a las zonas afectadas que tiene asignados la Policía Nacional. También se ha desplazado a la isla personal de la Subdirección General de Logística e Innovación, con sus drones y otros equipos para colaborar con la Unidad Militar de Emergencias y con el Comité Científico del PEVOLCA.
SIN SABER QUÉ COGER Y QUÉ DEJAR
La magnitud de la catástrofe que se ve desde el aire no llega a captar lo que relata uno de los policías que trabaja sobre el terreno: “lo más doloroso fue tener que decirles a los primeros desalojados, el mismo día de la erupción, que tenían quince minutos para recoger lo que considerasen más importante y verlos entrar en sus casas, conmocionados, sin saber qué objetos de toda una vida coger o dejar”.
OLOR A AZUFRE
Desde el Distrito Marítimo de La Palma, -donde comprueban la validez de los certificados de tripulantes y de los buques y las embarcaciones-, Adrián García comenta que la plantilla no ha sufrido daños en sus domicilios ni tampoco ha aumentado mucho la carga de trabajo, “salvo que hay más tramitaciones por sede electrónica”, asegura. Pero como tantos palmeros, sí están teniendo problemas con las cenizas emitidas por el volcán y el olor a azufre. Cuenta este funcionario que los gases tóxicos han obligado en alguna ocasión a cerrar provisionalmente el puerto de Tazacorte, “aunque no es en sí un puerto comercial, sino una marina de embarcaciones”.
“SOLO HAY TINIEBLAS”
“Mi casa está a menos de dos kilómetros del cráter, una colada pasó a menos de doscientos metros y las cenizas la inundaron” cuenta Primitivo Jerónimo, otro mutualista dedicado durante toda su vida a la enseñanza. La descripción que hace de la zona donde vivía es desoladora: “Ahora no existe nada, a lo largo de ocho kilómetros de descenso por cuatro de ancho solo hay tinieblas salpicadas por rocas todavía incandescentes que acabaron con nuestras pertenencias y con la esperanza. Nadie de los evacuados o damnificados sabe qué va a pasar con sus vidas. No hay respuestas claras. Mientras tanto, sin trabajo, sin vivienda y sin muchas esperanzas, la gente deambula con la mirada perdida por las calles llenas de ceniza de Los Llanos y otras localidades de recepción de damnificados, en silencio”.
Con igual dolor y tristeza, Oswaldo Izquierdo, otro profesional de la enseñanza afectado, ha dejado escrito su sentir por el volcán de Cumbre Vieja en versos como estos:
“Insomne dragón de múltiples bocas,
arrollas, aplastas, inundas, abrasas,
entierras la tierra, engulles y arrasas.
Frente inexorable de llamas y rocas”.