J. BARBERÁ
Las enfermedades de la civilización occidental tienen mucho que ver con nuestro estilo de vida, en el que no solo influyen factores como la contaminación atmosférica o el estrés, sino otros como la alimentación, el tabaquismo o el sedentarismo.
La mayoría de los expertos en Medicina Preventiva y Salud Pública pronostican que las patologías crónicas van a ser el azote de la humanidad en las próximas décadas (ya lo están siendo); empezando por las enfermedades cardiovasculares y seguidas por las que afectan al aparato respiratorio, las metabólicas (diabetes y obesidad), los tumores y las neurodegenerativas (Alzheimer).
La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) plantea un panorama de proyección de enfermedad y mortalidad de aquí al año 2030 haciendo hincapié en que las causas de fallecimiento se desplazarán desde las enfermedades infecciosas hacia las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y los accidentes de tráfico, con un considerable aumento de la esperanza de vida general. Otro dato pronosticado por la OMS es que el tabaco y sus consecuencias matarán más que el VIH.
Además de eso, añaden que entre 2030 y 2050 el cambio climático causará unas 250.000 defunciones adicionales cada año, debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea y otras patologías. Así las cosas, parece claro que la humanidad tiene que ponerse a trabajar ya para intentar frenar o, si es posible, revertir esta situación.
Las plagas de cada época
Sin embargo, hay que reconocer que a lo largo de nuestra historia las crisis de salud y las grandes epidemias han tenido un tiempo y un lugar que han marcado la supervivencia de la especie.
Los hallazgos en Atapuerca (Burgos), realizados por los paleontólogos Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José M. Bermúdez de Castro, parecen demostrar que los homínidos que allí vivieron hace unos 900.000 años evolucionaron a través de su estilo de vida y de la alimentación. Por ejemplo, el cambio hacia una nutrición a base de carne, en detrimento de las raíces y plantas, llevó a un incremento del perímetro del cráneo que permitió un mayor desarrollo cerebral. Como también aportó salud el hecho de que las madres no destetaran a sus hijos hasta los tres años de edad, lo que elevó la supervivencia infantil librándoles de muchas infecciones gracias a los anticuerpos presentes en el suero materno.
Un salto en la evolución del Homo Sapiens nos lleva hasta Roma y a preguntarnos: ¿qué hizo caer al Imperio Romano? Esta pregunta fundamental es la que trata de responder el escritor Kyle Harper en su último libro El fatal destino de Roma. Cambio climático y enfermedad en el fin de un imperio. En él se mencionan al cambio climático, la peste bubónica (un tipo de neumonía) y otras infecciones como las causantes de esta debacle.
Asimismo, los 50 millones de muertes que se calcula que se produjeron tras la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo tuvieron como causa principal las infecciones llevadas por los españoles y, en concreto, la viruela y posteriormente la gripe.
Los microorganismos patógenos, en general, fueron el principal azote de la humanidad hasta que Victor Fleming descubrió la penicilina en 1928. Un hallazgo que supuso un cambio radical para la humanidad y su esperanza de vida. Eso y las vacunas que comenzaron su historia en el siglo XVIII, con la obtención de la vacuna contra la viruela (obtenida de una vaca) por Edward Jenner, cambiaron la historia de la humanidad, por mucho que ahora se discuta su empleo por algunos movimientos en contra de ellas.
De hecho, la OMS ha incluido este rechazo a las vacunas como una de las diez amenazas para la salud en 2019. Según el presidente de la Asociación de Microbiología y Salud (AMYS), Ramón Cisterna, “se está propagando la idea de que es mejor no vacunarse, una creencia sin justificación científica que tiene su origen en la desinformación o la falta de formación. De hecho, se calcula que la vacunación evita de dos a tres millones de muertes al año y se podrían evitar 1,5 millones más si se mejorara la cobertura mundial de vacunación”.
Cambiar el estilo de vida
En el momento actual, la mayor esperanza de vida unida a nuevos usos y costumbres ha cambiado el patrón de enfermedad hacia las patologías crónicas. Atendiendo a la mortalidad que producen y por orden, estas son las cinco más importantes: enfermedades cardio y cerebrovasculares (más de 15 millones de fallecimientos); enfermedades respiratorias como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (tres millones) más el cáncer de pulmón, tráquea y bronquios (1,7 millones); enfermedades degenerativas (1,6 millones); y las demencias seniles (Alzheimer), que se han duplicado en los últimos cuatro años.
En todo caso, como decía el profesor Jaime Miquel Calatayud, doctor en Farmacia y gerontólogo que trabajó en la NASA para estudiar los factores que llevan al envejecimiento: “La vida es como una partida de cartas. Se reparten cuando nacemos (los genes) y con esas cartas tendremos que jugar toda la vida. Eso sí, dependiendo de cómo las juguemos, podremos ganar o no la partida”.