


El feminismo le debe muchísimo, porque enlaza con problemas, planteamientos y preguntas actuales sobre las relaciones entre libertad individual y acción colectiva de las mujeres

Historiadora y catedrática de la Universidad de Valencia, Isabel Burdiel está especializada en el siglo XIX. Es autora de una biografía sobre Isabel II, por la que recibió el Premio Nacional de Historia en 2011, y de otra más reciente sobre la escritora gallega.
¿Qué Emilia Pardo Bazán va a descubrir el público que asista a la exposición?
Una Emilia Pardo Bazán presentada como lo que fue: una de las grandes y más versátiles escritoras europeas -y también gallegas y españolas- de su generación. Una intelectual en el sentido más amplio de la palabra: algo muy inusual en la época en que vivió porque ese término se pensó siempre fundamentalmente en masculino. Ella cuestionó y amplió esa definición y su práctica social. En la exposición se muestran todas sus facetas literarias, como periodista y empresaria cultural, como crítica política o literaria. También sus facetas más personales, familiares, profesionales o amorosas.
Se habla y explica la celebridad controvertida pero intensa y con ecos que llegan hasta hoy de alguien que afirmó: “Vivir es tener opiniones, deberes, aspiraciones, ideas. No pensar por decreto”. Hemos prestado mucha atención, por ejemplo, al humor, tanto al suyo que era muy inteligente y certero en sus polémicas como al más bien tosco pero históricamente interesante que se hizo a su costa.
¿Cuánto le debe el feminismo a la escritora?
A mi juicio le debe muchísimo, porque enlaza con problemas, planteamientos y preguntas actuales sobre las relaciones entre libertad individual y acción colectiva de las mujeres. Los orígenes de su subordinación o exclusión, de la violencia de género, por ejemplo. La mejor respuesta es oírla a ella, en distintos escritos suyos: “Solo aspiro a gozar de la libertad… no para abusar de ella en cuestiones de amorucos […] sino para descifrarme, para ver de lo que soy capaz, para completar en lo posible mi educación, para atesorar experiencia, para… en fin, para ser algún tiempo y ¡quién sabe hasta cuándo!, alguien, una persona, un ser humano en el pleno goce de sí mismo” (‘Memorias de un solterón’).
“¿Acaso es dueño el varón de la vida de la mujer? ¿Acaso la ley va a autorizar con su autoridad, a ninguna comparable, el derecho de vida y muerte de un individuo sobre otro individuo? […] Espanta pensar el atraso en que todavía se encuentra Europa y […] particularmente nosotros” (‘La vida contemporánea’).
¿En qué otros aspectos sociales y culturales fue pionera?
En la renovación de la novela y el relato corto español, a la altura sin ninguna duda de Benito Pérez Galdós o de Leopoldo Alas “Clarín”; en la difusión y discusión en España del naturalismo francés, de la novela rusa, del periodismo cultural. Además de las grandes obras del feminismo europeo como la de John Stuart Mill. En una ampliación, en suma, de lo decible y lo escuchable en la España de su época.
Están saliendo a la luz nuevas cartas sobre su relación con Benito Pérez Galdós. ¿También se aborda en la exposición su picante intercambio epistolar?
Sus relaciones amorosas forman parte de su vida y de su obra, de su concepción del mundo y de la posibilidad, para los hombres y las mujeres, de la amistad y de lo que ella llamaba “un amor entre iguales”.
Esos aspectos han sido tratados en la exposición buscando integrarlos en la definición de una trayectoria singular, pero evitando el sensacionalismo torpe. Aquí me gustaría decir que, a pesar de todo el revuelo mediático, NO ha salido a la luz ninguna nueva carta de su correspondencia con Galdós y empiezo a dudar seriamente de que esas cartas que faltan (las de él a ella) existan verdaderamente en alguna colección particular o en algún legado.
En el terreno político, se dice que era tanto conservadora como progresista. ¿Qué otras ambivalencias tenía?
Esa es la fundamental y la más interesante de analizar junto a la intensidad conjunta, y en cierto sentido complementaria, de su feminismo y su catolicismo. En el catálogo de la exposición –que hemos querido que sea una actualización real de los conocimientos sobre Pardo Bazán– hay dos textos dedicados a esta cuestión –los de Nerea Aresti y Mª Cruz Romeo– que recomiendo vivamente. He tratado por mi parte, en extenso, esas ambivalencias y contradicciones, a veces más aparentes que reales, en mi biografía de ella para la colección Españoles Eminentes de la Fundación Juan March y la editorial Taurus.
¿Habría que restituir también la figura de Pardo Bazán en su Pazo de Meirás, ahora que ha sido expropiado a la familia Franco?
Sus relaciones amorosas forman parte de su vida y de su obra, de su concepción del mundo y de la posibilidad, para los hombres y las mujeres, de la amistad y de lo que ella llamaba “un amor entre iguales”.
A expensas de lo que pueda suceder judicialmente, creo que si Las Torres de Meirás (como ella les llamaba) se confi rma fi nalmente que son patrimonio público, la centralidad del nuevo espacio debe situarse en Pardo Bazán que fue quien diseñó y construyó el edifi cio, cuya historia completa por supuesto debe contarse. Se trata de una “casa de escritora” muy rara en España y en Europa porque es un diseño propio al estilo de las de Víctor Hugo, Émile Zola o Alexandre Dumas; más personal incluso, en su fabricación como tal, que la célebre casa de Nohant de George Sand. Sería una oportunidad perdida no señalar esa centralidad en un país, además, que necesita cierta transversalidad en la memoria y que ella representa bien.
El feminismo le debe muchísimo, porque enlaza con problemas, planteamientos y preguntas actuales sobre las relaciones entre libertad individual y acción colectiva de las mujeres