Hasta llegar al DNI actual, la historia de este documento común a todos los ciudadanos transcurrió entre hechos y curiosidades relevantes. Por ejemplo, ¿sabía que las primeras ediciones no portaban fotografía, sino que incluían una descripción física de su titular? O ¿que el profesor y médico Federico Olóriz comenzó a estudiar las impresiones digitales como medio para identificar a los jóvenes delincuentes a los que no era aplicable la antropometría? Con el primer documento de identidad civil individual (1909) se abrió el camino hacia el DNI.
Durante la guerra civil, la movilidad de la población se convirtió en un condicionante de preocupación y vigilancia que determinó la expedición de documentos de identidad personal. Las cédulas personales –precedente más inmediato del DNI– recogían la información fundamental: nombre, apellidos, ascendientes, fecha y lugar de nacimiento, domicilio, estado civil o profesión. Y las hubo de 11 categorías distintas según las cantidades que pagaban los titulares.
Un único documento
El Real Decreto del 2 de marzo de 1944, por el cual se formalizaba en España un único documento de identidad para todos los españoles, supuso el final de las cédulas personales como documentos de identificación civil en favor de la creación de un nuevo documento, el de identidad, con carácter nacional y confeccionado con las máximas garantías de autenticidad. “Con el nacimiento del DNI se marcarían las relaciones entre el Estado y sus ciudadanos. Dicha unión establecería, a partir de entonces, la única y total individualización de la persona mediante la asignación de un número distintivo único para cada ciudadano, que le reconocería y haría distinto al resto de los españoles”, explican desde la dirección de documentación de la Policía Nacional, al recordar que desde ese momento tendrían las competencias sobre este documento.
Los periódicos lo adelantaron en sus portadas con titulares como este de El Español: “Un número que vale para toda la vida”, para a continuación recordar al lector que “cualquier momento de la mañana hasta la una y media es bueno para mancharse el índice en tinta negra y después dejar una huella en unos pequeños cartones”. El Alcázar preguntaba en su portada: “¿Todavía no tiene el documento nacional de identidad? ¡Apresúrese, su posesión es obligatoria!”. Se estableció la edad de 16 años como obligatoria para la posesión de este documento. Y su vigencia sería de cinco años. El primer modelo de DNI fue de color verde y estuvo en vigor hasta 1961. Además, existía un modelo de color rojo para Ifni, Guinea y Sáhara.
Designación de números
El DNI otorgaba un número para toda la vida. Eso sí, había premisas de obligado cumplimiento en su designación. Francisco Franco tuvo el número 1 y los dos siguientes, su familia. Desde el diez, la Familia Real, quedando vacíos los siguientes números hasta el 100. Desde este número al 158, unos pocos elegidos del círculo de confianza del jefe del Estado, incluidos militares, marinos, abogados e historiadores. En 1951 se inicia la expedición ininterrumpida desde el número 100: ministros en activo, sus familias y personas relevantes del régimen; y españoles anónimos. El proceso de obtención del DNI priorizó a aquellos obligados a formalizarlo: presos o quienes permanecían en libertad vigilada.
También a los que por su profesión viajaban o cambiaban de domicilio con asiduidad. Al igual que los residentes en ciudades de más de 100.000 habitantes. Por eso, Valencia y Zaragoza fueron las primeras capitales de provincia donde se expidió el DNI. “El primer documento civil de identidad se convirtió, con el paso de las décadas, en el principal aval y garante de la identificación de la ciudadanía”. Con tres señas de identidad que lo han acompañado históricamente: “Huella, firma y foto”, enumera el jefe de la División de Documentación de la Policía Nacional, que también recuerda que este documento “fue garante de su seguridad en diferentes coyunturas o eventualidades, frecuentes en las sociedades modernas y actuales”.
Dos variables fundacionales se conjugan desde su creación: identidad y seguridad. La historia y el progreso han incluido una tercera: el servicio al ciudadano. Como medio de inclusión social también favoreció el ejercicio efectivo de los derechos más fundamentales. No solo se trataba de acreditar la identidad. Su expedición fue clave en las elecciones libres para las votaciones: censo, DNI, urna y voto. La transformación del proceso de expedición (informatización y TIC) hizo pasar su fabricación de las imprentas a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT), que, con el apoyo de la Dirección General de la Policía, garantizaría el proceso de un documento que avanzaba de manera informatizada hacia el futuro, salvaguardando la seguridad e identidad de los españoles.
Incorporación de la mujer
La incorporación de la mujer al trabajo de las oficinas del DNI como parte del Cuerpo de Auxiliares de Seguridad del Ministerio de la Gobernación fue clave, así como el decreto de 1979 por el que se aprobó el ingreso de la mujer en la Policía. “El DNI de 1990 ya aportaba medidas de alta seguridad, siendo el primero de los documentos de identificación informatizado, lo cual facilitaba su expedición y multifuncionalidad”, se recoge en la exposición “El DNI y los españoles, 75 años de historia común (1944-2019)”.
La FNMT era la encargada de imprimir los documentos en blanco al mismo tiempo que las oficinas de expedición del DNI recopilaban los datos de los usuarios y su digitalización. Terminado el proceso, el documento era enviado a las comisarías para su entrega a los ciudadanos.
DNI exprés y 4.0
En la larga y curiosa historia del DNI, hasta llegar a su versión más moderna, quedan exigencias tan impensables en la actualidad como incluir una casilla para clasificar a los ciudadanos según su nivel económico, pero así fue. Su evolución no solo ha salvaguardado las capacidades y el poder adquisitivo de la persona. También su seguridad y su ámbito de aplicación. Las primeras pruebas para la generación de claves, certificados e incorporación a la propia tarjeta se realizaron en 2005.
Una idea, un primer paso, que nos acercó al DNIe 1.0 en 2006 y a una tarjera chip que contenía todos los datos necesarios del ciudadano. Las versiones siguientes incluyeron el uso del documento con dispositivos móviles y la utilización de una conexión NFC que posibilita el acceso al chip de la tarjeta.
Hoy, el reto de la FNMT y el Cuerpo Nacional de Policía es crear un producto totalmente renovado con esta última versión, diseñada sobre un nuevo chip que certifica la seguridad conforme a las directrices del nuevo reglamento europeo eIDAS de identificación electrónica y de los servicios de confianza en las transacciones electrónicas en el mercado europeo, actualizando la conformidad obtenida por el DNI en 2018.